Hubo un momento en que Rolando Villazón (1972) lo era todo en la ópera. Poco después, hubo otro en el que se conformó con poder cantar en la ducha. La cosa se había puesto muy negra unos meses antes. Al gran tenor mexicano le descubrieron un quiste interno en una cuerda vocal. La peor noticia. Pidió segundas opiniones. Terceras y cuartas. Pero ninguno de los 15 médicos que le vieron le dio la más mínima esperanza de volver a usar su voz en un escenario.
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