Volvemos al frente de batalla. Nuevamente, nos batimos en duelo contra lo más despreciable de nosotros. Hemos caído, como ya ha sucecido en el pasado, para volver a ponernos de pie.
La intensidad y duración de esta batalla (tragedia) es aún desconocida, parece apenas empezar. Tenemos presente que perder esta guerra habría de significar el colapso de la viabilidad del estado democrático mexicano , de por sí ya acribillado y mutilado. Un estado débil, muy lastimado, sin voluntad.
Acentuar las fallas, subrayar los errores o alabar los aciertos del estado mexicano no nos llevará lejos. El diagnóstico es brutal, cada día que pase será un día lleno de sangre , plagado de desgracia y atrocidades, en fin: de miseria.