Hace unos años, Rem Koolhaas declaró estar convencido de que su sede para la televisión china en Pekín, un enorme rascacielos espectacularmente fotogénico, contribuiría a llevar el progreso y la democracia a China. No se le ocurrió pensar que si ya tenían el símbolo puede que no necesitaran el cambio. Por esas fechas, Norman Foster concluía en Astaná, la actual capital de Kazajistán, su primera gran aportación al urbanismo de esa ciudad: la inmensa pirámide del Palacio de la Paz y la Reconciliación.
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