Saturday, 1 March 2014

Una música para el futuro


La madrugada del 29 de enero de 1944, los aviones aliados bombardean Berlín y arrasan la Philharmonie, uno de los emblemas culturales alemanes. Cuando acaba la guerra, la orquesta se traslada al Titania Palast, un viejo cine en la vecina Steglitz. Poca cosa para Herbert von Karajan. Cuando el austriaco asume el mando en 1954 de forma vitalicia, exige levantar un auditorio a la altura de su formación.
El Muro todavía no se ha construido, pero el edificio diseñado por Hans Scharoun se planea junto a esa silenciosa frontera entre dos mundos incomunicados. Karajan intuye que el telón caerá y mantiene en esa franja un proyecto revolucionario que escandaliza a las fuerzas conservadoras de la ciudad. Dos edificios pentagonales dorados de aspecto ultramoderno con seis estudios de grabación y un podio central para que todo el público estuviera siempre a no más de 30 metros del director (para mayor gloria de Karajan) y el sonido se repartiera de forma democrática. Un diseño replicado luego por todos los recintos de este tipo (véase el Auditorio Nacional o Los Ángeles). Como siempre, la Filarmónica de Berlín consultó con el futuro para tomar las decisiones del presente. Lo mismo que está haciendo estos días.

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